miércoles, 22 de junio de 2011

La Panamericana del sur


A través de la ventana del diminuto cuchitril que servía como letrina, contemplé la figura luminosa de un enorme Cristo de hormigón en la cima de la colina, iluminado por potentes luces de un tono anaranjado.Casualmente, si te situabas para hacer pis de frente a la taza y levantabas la cabeza mirando por el boquete de la ventana, Cristo te contemplaba a ti, con los brazos abiertos, en gesto de perpetua misericordia. La cisterna borboteaba debilmente y mantenía un monótono diálogo con el grifo del lavabo, que goteaba a buen ritmo. En la puerta del baño podía leerse una pintada a favor de las FARC y el teléfono de alguien que prometía favores sexuales. Colombia. Jesús parecía flotar en la negrura, justo en el centro del marco de la ventana. Recordé a los militares que me había encontrado en todos los puentes del camino. Muchachos apenas, con uniformes de camuflaje dos o tres tallas más grandes de lo necesario, levantando sus pulgares en inequívoco gesto de “todo va bien, no te preocupes” al paso de los camiones y las furgonetas. Supongo que ese gesto era producto de una orden del alto mando para tranquilizar a la población o para caer bien al contribuyente.
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