Se acabó. No hay más sobre lo que pensar que no haya sido tenido en cuenta. Ni falta nada por planificar que no haya sido programado. Cuanto había que hacer, se ha hecho. Y cuanto había que preparar, está listo. Todo está a punto. Salvo yo.
En el trajín de convertir la Expedición Africana en algo real casi había llegado a olvidar que ocurriría, y que yo sería el responsable de llevarla a cabo. Han transcurrido dieciocho meses en los que me he hartado de hablar sobre lo que iba a hacer. Tantas veces y durante tanto tiempo lo he hecho que había llegado a sentir que Escritores Sin Fronteras y la Expedición Africana consistían nada más que en contarlo y prepararlo. Y ahora, que ha llegado el momento de dejar de hablar y hacer eso con lo que tantas veces se me ha llenado la boca, me doy perfecta cuenta de que iba en serio.
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