Se ha ido la luz. Otra vez. Ayer estuvo ausente todo el día, hasta que a
las diez y media de la noche me sacó de mi sopor encendiendo
espontaneamente la bombilla que pende sobre mi cabeza y haciendo girar
las aspas del ventilador durante cosa de media hora.
En ese breve lapso
de tiempo sentí una brisa mortecina que me supo a gloria. La temperatura
del cuarto es de unos cuarenta grados, día y noche. Llevo inmóvil y
cubierto de una gruesa película de sudor unos tres dias, incapaz de
salir a enfrentarme con el inmisericorde sol del trópico.
Desde mi
ventana, tapiada con redes antimosquitos y una gruesa capa de roña
adherida a los cristales, puedo ver suficiente Mozambique. En la
misérrima pensión de Vilanculos en la que me encuentro sólo estamos
Jesucristo y yo.
He decidido llamarlo Jesucristo porque la primera vez
que lo vi, el tipo estaba caminando sobre las aguas. Iba completamente
vestido con una desconcertante mezcla de vestuario de safari y ropa
técnica para correr un maratón, que se pegaba a su cuerpo obeso como una
segunda piel.
sigue: http://www.saliadarunavuelta.com/imperdible/de-las-palmeras-a-los-baobabs/
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